Es, en definitiva, lo que un viejo maestro del fútbol como Renato Cesarini (extraordinario técnico de los ‘50 y ‘60) definió como “periferia”. Un jugador con “periferia” es aquel que dispone de ese tesoro denominado panorama. Es el jugador que ve más que el resto, que encuentra el espacio cuando parece que el espacio no está. Es la inteligencia aplicada al juego. El Lobo Ledesma tiene esa inteligencia que no se incorpora en ninguna sesión de entrenamiento. Lo que hace no se lo enseñaron ni lo aprendió. Lo lleva en su equipaje. Cuando toca y descarga lo hace con un contenido, con una idea y con un sentido. Por eso suele despejar el camino hasta con una pelota mansa, que denuncia malicia para desequilibrar al adversario. Ledesma conoce que uno de los grandes secretos del fútbol son los tiempos de la entrega. Ni antes ni después. Y saca ventaja. Y arma. Sin apuro. Sin parsimonia excesiva. Porque entiende lo que la mayoría no entiende. Igual hay que aclarar: la potencialidad de este San Lorenzo puntero no se agota en Ledesma. Pero Ledesma es una parte vital…
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